educación digital móviles mayores

No creo que te sientas mal por llevar a tus hijos a clases de inglés. Como la inmensa mayoría, entiendes lo importante que es para su formación que adquiera un buen conocimiento del inglés. Sabes la de puertas que le abrirá. No sólo en lo profesional -que también, claro-, sino en lo personal. De modo que si alguien viene así como con aires de pedirte explicaciones, pues pensarás que esa persona no se ha enterado de nada. Que lo mismo piensa que vive en 1850 y que tiene pocas posibilidades de abandonar el terruño y de relacionarse -por trabajo o por cualquier otra cosa- con gente de otras partes. Que no se ha enterado de que vayas a Inglaterra, a Francia, a Turquía o a Sebastopol, si sabes inglés tendrás unas altas probabilidades de entenderte con alguien.

Tampoco creo que nadie se haya sentido un mal padre por llevar a sus hijos a la práctica de algún deporte. No sé, baloncesto, balonmano, rugby… ¡Qué se yo! E imagino que todos somos más o menos conscientes de lo mucho que les va a aportar a los nuestros la práctica de algún deporte. El esfuerzo, la disciplina, la persecución de un objetivo común… ¡El manejo de las frustraciones! Porque en el deporte lo habitual es perder. La gente no va por ahí ganando campeonatos de Europa. Pues ganas dos partidos, pierdes otro… Vuelves a perder… Y eso enseña, como también lo hace el que un jovencillo quiera ser titular, pero se vea relegado al banquillo. Que las cosas no siempre suceden como quisiéramos -es más, eso es casi lo extraño- y cuando antes empiece a manejar esa realidad, pues mejor para él, para ella, para todos.

Contaba una anécdota el tristemente fallecido Carles Capdevila en una de sus excelentes charlas -podréis encontrarlas por YouTube-. Trataba sobre una señora a la que a su hijo le habían anulado un penalti en un partido de futbol de chiquillos. Qué a su hijo no le podían anular un penal. Qué hasta ahí podíamos llegar. Que es que al pobrecillo le hacía mucha ilusión meter el gol. Y que ahí estaba su madre, decía. Pues estamos apañados, señora. A ver cómo se lo toma cuando le digan, con 15 años, que no va a ser futbolista profesional; pero no tiene pinta de que, con semejante educación, vaya a llevarlo muy bien. Y lo mismo cuando a los 40 años le digan que no va a ser director general de la multinacional de turno. Con la ilusión que le hacía, al pobre.

También tenemos que aprender el manejo de las frustraciones, de las emociones, de las ansias… Que unos serán más listos que otros, pero nadie jamás nació enseñado. Ni Aristóteles ni Bill Gates, por decir algunos nombres que, a vuela pluma, me vienen a la cabeza. Y eso es algo que, mal que bien, todos sabemos y comprendemos. Lo tenemos asumido.

Sin embargo con el uso de los móviles, smartphones, etc., pasa una cosa muy curiosa. Cuando alguna persona te habla del móvil de su hijo, te suele decir frases como “es que la chiquilla ha empezado secundaria y ahora lleva otros horarios y…”. O que “es que todos los amigos lo tienen…”. Incluso alguna madre más torera comenta que “hay que ver, todos los niños con el móvil. Pues mi hijo hasta los 16 no tuvo uno”, así, como sacando pecho, porque ella resistió. “Yo sí que lo hice bien”, pensará.

Y es que resulta que esa gente se está justificando. ¿Y por qué se tienen que justificar?, me pregunto. Aunque creo que sé la respuesta: hay una especie de psique colectiva en España que parece llevarnos a pensar que los móviles son para los “mayores”. ¿Mayores de qué?, me sorprendo. ¿Mayores de edad? ¿De 16? ¿De 14?… Es como si el hecho de que tu hija tenga un móvil sea consecuencia de que eres una mala madre. O un padre “blandito”, que no ejerces tu autoridad y cedes ante la insistente petición de tu hijo, que está erre que erre con el “papi, cómprame un móvil. Papi, cómprame un móvil…”.

A ver si nos relajamos un poco, por favor. No, no eres un mal padre. Tampoco una mala madre. Malos seríais si incitaras a vuestros hijos a cometer algún delito con el móvil. O a usarlo cinco horas al día. ¡Pero tenga 18, 16, 14 o 52 años el hijo! Por el hecho simple y sencillo de que tu hijo tenga un smartphone o una tableta no sois malos padres.

Otra cosa bien distinta es que un móvil sea algo apto para cualquiera. Ése es otro cantar. Pero no hay una edad establecida para el uso de los móviles. No hay una edad indicada. Dependerá de muchas cuestiones sobre cómo sea el menor. Qué grado de responsabilidad tiene, de madurez, cómo sea su personalidad… Más o menos influenciable, más o menos osado… Pero, sobre todas las cosas, dependerá del tiempo y de las habilidades que tengáis vosotros, que sois sus padres, para enseñarle a usar el móvil. Para educarle sobre los riesgos -porque sí, existen y son serios-, sobre cómo protegerse, cómo evitar que otros les hagan daño y, importantísimo, sobre cómo no hacerles daño a los demás.

Es vital para su desarrollo que los eduquemos en el uso de las herramientas digitales. Porque van a vivir con ellas. Van a vivir en un mundo en el que su dominio les resultará fundamental. Tanto como el inglés, el deporte o el buen uso de la lengua, las matemáticas o la física.

Tenlo claro: tú hijo va a tener un móvil. Antes o después, pero lo tendrá. Protégele. Edúcale.

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